martes, 29 de diciembre de 2009

Triunfo

Hoy en Ushuaia, la ciudad más al sur de Argentina y del planeta, una pareja homosexual logró que lo que había deseado ¡casarse! Poco a poco se van alcanzando logros y las palabras de los retrógadas se confunden encerradas en el espacio que habita la mentira. Qué alegría me da.

sábado, 26 de diciembre de 2009

Réquiem por un buga

Buga.” Esa palabra que en la jerga gay de México se refiere a los heterosexuales con connotaciones similares a la que los magos de Howarts se refieren a los mortales comunes como “muggles,” está en crisis.

No se sabe, en realidad, nada sobre su origen. Existen teorías muy complejas que recurren a vocablos medievales en la península Ibérica, otros se remontan al Porfiriato, pero la verdad es que nadie tiene idea y todos aproximan conclusiones no sé si por mostrar sapiencia etimológica o por desesperación ante la incertidumbre. La explicación más aceptada es que, independientemente de su origen, la palabra “buga” como “heterosexual,” surge por un caso raro de antonimia de palabras autocontradictorias, esto es, palabras que significando una cosa, comienzan a utilizarse para significar su contrario. Posiblemente “buga” venga de la forma despectiva de referirse a los homosexuales como “bugambilios” y un uso coloquial, lúdico y abreviado de la palabra terminó invirtiendo su significado. Ahora sí que quién sabe.

El caso es que la palabra ha existido y ha sido empleada para referirse no sin cierta lógica de club secreto a todos los que no pertenecen a él. “Buga” es la venganza del homosexual mexicano al referirse al heterosexual como un ser “diferente”, “ignorante de su realidad”… Incluso como un cavernícola que merece cierta compasión por su precaria situación. Es una palabra divertida y que, sin duda, da identidad al colectivo LGBT como ghetto. Yo la conocí en mis primeros pasos fuera del clóset y debo confesar, no sé si porque soy un clavado de las palabras y sus significados, me ayudó en el proceso. Me hizo sentir que entraba a un club y se me hacía entrega de sus secretos, sus formas, sus membretes.

Recientemente me he enterado que ciertos círculos de la homosexualidad chilanga (particularmente los más jóvenes y adinerados) han comenzado a despreciar esta palabra y a sustituirla por "straight.” Además de la horrible musicalidad que se desprende de incorporar esta particular combinación de consonantes al vocálico español, la palabra en sí misma y en su propio contexto estadounidense pierde una importante carga simbólica y hasta parte de reconocer que el heterosexual es “recto”, “correcto”, “dentro de la norma” mientras que el homosexual es un ser torcido. No logro todavía entender cómo es posible que los juniors de hoy hayan optado por algo así.

Se me ocurre que, como muchos otros fenómenos derivados de la reciente y activa incorporación de la vida gay al mainstream de la sociedad mexicana, los homosexuales ya no somos parte de un ghetto, una comunidad con características propias que nos unen, sino simplemente personas que tenemos preferencias homosexuales sin que esto nos segregue o siquiera nos diferencie en forma alguna de nuestro núcleo social que incorpora otros temas. En este sentido, el “fresa” buscara distanciarse de lo “naco” como si de eso dependiera su ruina o éxito social. Hoy en día, en la tremenda ignorancia, irreverencia e irrespeto que caracteriza a las personas con poca educación, pero muchos recursos (económicos o políticos), al cierto uso de palabras etiquetadas como “nacas” parecen haber sumado la palabra “buga.” Aunque entiendo que el proceso es apenas incipiente, la bola de nieve ya ha sido tirada. Supongo que poco a poco la connotación tradicional de “buga” perderá cierto valor y servirá como un simple indicador más para el eterno conflicto social de los mexicanos.

El hecho es lamentable pues implica una cierta pérdida de identidad particular de un grupo mexicano que si bien contaba con las características comunes a todos los colectivos LGBT del mundo occidental (desde el momento que nos identificamos como tales con la palabra “gay”), también tenía elementos propios. Es curioso como el Facebook, la constante exposición a la televisión estadounidense y, en general, la pereza común para utilizar otros productos culturales, el discurso por la diversidad social es más bien hipócrita: hoy, cierto grupo gay nos pide a los demás normalizarnos, estandarizarnos frente al ideal estadounidense.

¿Será que los bugas se convertirán en “straights”?

Reciclaje y demografía

No importa qué tan grande sea la megalópolis donde uno habita, el ambiente gay siempre será incómodamente pequeño. “Es putipequeño este putimundo,” decía un amigo. Alguna vez supe que los gays de Montevideo gustan de escapar periódicamente a Buenos Aires y, más que por tener un pequeño viaje de esparcimiento o considerar mejor la vida nocturna porteña, lo que buscan es anonimato y novedad. Es increíble que a pesar de vivir en una ciudad de apenas un millón y medio de habitantes, la sensación de “haberlos conocido a todos” es inevitable o, peor aún, que uno no pueda tener una conducta desenfrenada de vez en cuando sin incurrir en una clara ruina social.

Bueno, los chilangos, capitalinos, defeños o como quiérase llamarnos, a pesar de superar 20 veces el número de montevideanos, tenemos muchas veces esa sensación. ¿Cuántos somos? Las dificultades para obtener un número exacto de homosexuales son muchas y evidentes: ¿quién es homosexual? ¿El que se asume como tal? ¿El que aunque no se asuma tiene relaciones con los del mismo sexo? ¿El que no ha salido del clóset también es? ¿El que tiene relaciones con el sexo opuesto y esporádicamente se relaciona con el mismo sexo? ¿El que manifiesta cualquier grado de atracción por el mismo sexo independientemente de sus relaciones sexuales? Y bueno, asumiendo cualquier definición, dada la homofobia y los procesos de descubrimiento y aceptación de la propia homosexualidad, la probabilidad de que muchos de los encuestados en un censo o entrevista para medir la población homosexual mientan. El caso es que no hay más que estimaciones o datos que apenas nos dan una pequeña proporción del tamaño real.

Para el caso estadounidense, por ejemplo, existe el conteo que sigue atentamente www.gaydemographics.org, en el que sólo se registra el número de hogares conformados por personas del mismo sexo. Según datos de 2004, en EUA el 1.7% de los hogares eran conformados por parejas del mismo sexo, ya sean de mujeres o de hombres. En México sólo hay estimaciones tomadas del Almanaque Mexicano o de reportes elaborados por la Cámara de Senadores al analizar una iniciativa de matrimonio gay impulsada por los partidos dentro de lo alguna vez llamado “Frente Amplio Progresista.” Supuestamente somos entre 2.8 y 8% de la población. El rango es amplio y los problemas de definiciones son muchos. Pero es lo que hay. En países donde existen más y mejores esfuerzos para medir esta característica social, las variaciones muchas: mientras que Noruega encuentra que el 12% de su población es gay, en el Reino Unido apenas el 6%. En una encuesta realizada en Australia, sólo el 2.5% de los entrevistados se identificaron como gay, sin embargo, 20% confesó haber tenido algún contacto homosexual en sus vidas. Vaya, que la cosa está complicada y que uno no debe dejarse guiar por los porcentajes que luego los amigos afirman con mucha certeza.

Para muchos está claro que hay, por lo menos, uno en cada familia, pero luego hay esas familias en las que pareciera no haber ninguno y otras, que, como diría Jack de Will & Grace: los padres hicieron lo correcto y criaron a todos sus hijos gay. Está claro que a pesar de que el número de población LGBT de la Ciudad de México, probablemente se equipare al total de los montevideanos, lo cierto es que existen diferentes y pequeños círculos donde nos movemos los gays de la ciudad. Al final, ese probable millón y medio de gente LGBT convivimos en redes separadas de no más de 100,000 personas. El número aún es grande, pero si consideramos grupos de edad, lugares de alterne y otros factores sociológicos, pus el caso es que termina siendo pueblo chico infierno grande.

Todos hemos vivido putipequeñeces. Sin ir más lejos, Ángel y yo tenemos un galán pasado en común y otras coincidencias propias que ya contaremos en alguna entrada.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Homofobia lingüística

Dicen que a veces las palabras son más fuertes que los golpes, y eso lo comprueba uno cuando crece escuchando términos como maricón, marica, puto, joto, y todos con clara referencia a una persona: tú. Lastiman porque clasifican, marcan, apartan. Cuando uno se acepta como homosexual y los usa con amigos, sin ninguna intención de ofender, puede que ya no resultan ofensivas. Sin embargo, al analizar el significado, uno se da cuenta que son vocablos muy violentos.

Hice una breve búsqueda de términos usados en Hisponoamérica para designar, de forma despectiva, a las personas homosexuales. Entre los puntos en común destaca el uso de vocablos como hueco y cantimplora, y en general objetos, con claras referencias al homosexual penetrado, considerado por muchas personas como el verdadero gay. Esto se relaciona con la concepción machista de que el pasivo es el homosexual y no el que penetra.

También hay amplia referencia a animales. En especial se habla de aves como el pájaro o insectos como la mariposa. Creo que esto tiene que ver con la apreciación de los homosexuales como personas delicadas, llamativas por sus gestos y forma de vestirse (hay mariposas y aves que destacan por su colorido), tono de voz agudo (como el canto de los pájaros) e incluso porque se les llega a considerar débiles y huidizos, tal cual los animales anteriormente citados. Hay además símiles entre los gays y peces como las chernas, que tienen bocas muy grandes, de aquí que se deduzca referencia directa al sexo oral, práctica más común entre homosexuales que heterosexuales. Incluso, en Venezuela se les dice pargos, también como otro pez, en este caso creo que tiene que ver con el hecho de ser un pedazo de carne, que puede ser penetrado.

Encontré pocos nombres para referirse a las mujeres y en general todos se refieren a formas planas e iguales: tortillas, pan, arepas. No quiere decir que existan escasos vocablos para referirse a las lesbianas, sino que la homosexualidad masculina es la que representa mayor amenaza para el hombre, de ahí que sea más atacada.

En Argentina se emplean términos como manfloro; trolo, derivado de la palabra trolebús, medio de transporte popular en Buenos Aires y al que se ingresaba por detrás, puto, tragasable, balín, cometrocha, comerse la galletita, comerse la pija, traba (apócope de travesti u homosexual), mariquita, y a la mujer tortillera(*).

En Chile hay palabras como se le apaga el calefont (se pronuncia cálifont, y se refiere a un calentador), se le quema la mano, se le quiebra la mano y se le quema el arroz. Las frases relacionadas con la mano hacen clara alusión a una expresión de afeminamiento, mientras que la quemada del arroz. También usan maricón, marico, maraco, colizon, chabón, fleto, weviado, hueco, cantimplora (hombre que en los regimientos se ofrece para que los conscriptos forniquen de vez en cuando), yegua, weko y la expresión “le trancan los potros”, es decir, le penetran.

Para Cuba la situación no difiere mucho. Empieza en maricón y continúa en mariconaza, pájaro, pájara, pajarito, cherna, invertido, ganso loca, pato, mamador, bugarrón (hombre de apariencia muy masculina que penetra), partido, del otro bando, bajito de sal, yegua. En el caso de las mujeres, se les dice tortillera, invertida y pan con pan.

Colombia es uno de los que se consigue mayor información. Allá se les dice rosca, roscones, creo que tiene que ver con la forma del ano y que es un hueco. También emplean marico, maricones, marica (aunque esta es también usada entre personas heterosexuales sin connotación homosexual), loca, voltiao, cacorro (homosexual activo), doblada, vironcha; galleta y wafer (es el nombre de una galleta) porque se les considera ‘quebradizos’; pirobo (pasivo y activo), bambaro (afeminado), partido, cigarrón (en la costa atlántica homosexual activo), cucarro (homosexual pederasta), floripondia, lo traiciona la colita, machi (nombre con el que se le designa en la guajira, al noreste de esta nación), mariposo, polillón (como se le dice en Barranquilla) y mojarse la canoa. Expresiones similares a ésta última son ampliamente usadas en otras partes, y se pudiera entender de dos formas: la canoa sería el pene del que penetra, o que el cuerpo del gay es humedecido con el semen del activo. A las mujeres las llaman areperas. Para Costa Rica el yiguirro, ave nacional, es además sinónimo de gay. Se usa también banano, playazo, Playo (en ocasiones para calificar a un homosexual pobre) playito y maricón.

En Ecuador emplean términos como badea, del otro bando, mariposón, torreja, e incluso menestra, un guiso servido como guarnición elaborado a partir de ciertos granos. Guatemala no se escapa y allí utilizan el famoso desaviado, pero también güicoy (una especie de calabaza, algo hueco),magayón, marica y morro.

Honduras tiene una amplia variedad: cantimplora, chuleta, chuletón, cuchumbo, cumbo (recipiente de cascara de fruta usado para sembrar), culei, durazno, hueco, joto, macha (homosexual fingiendo ser heterosexual), magayón, mariposón, pájaro, playo, porrón, puñal, cuchumbo (tiene que ver con lo hueco, porque también se le denomina así a una calabaza usada por los campesinos para llevar agua y al cubilete para mover los dados, generalmente de cuero crudo), locona, culero y mamplora.

México no se queda atrás con las palabras puto, puñal, putín,
marica, joto, jota, muerde almohadas, sopla nucas, cacha granizo, manocaída, mariposón, mayate, mayatón, mampo (usado en el estado Chiapas, al sur del país), pato, reina, perra, rascaespaldas, y expresiones como se le hace agua la canoa, toma arroz con popote (absorvente, pajilla), le truena la reversa (reversa se refiere a la velocidad del carro), batea del otro lado, batea para los dos lados (bisexual), le gusta el camote, del otro bando, se le va la puerca al monte, le gusta que le midan el aceite y le gusta el chile. Para las mujeres es frecuente escuchar lencha y tortilla. En Panamá hay términos como batibuay, tralalai-la, mariflor, pato, ajito'e sal, ñaño, ñorro, cueco, masca verga, y mascabola. A las mujeres se les dice cueca y tortillera (**).

En Venezuela se les llama argolla, marica, marilandro, mariposa, marisco, marico, parcha, parchita, pargo, puchungo y otra en común con varias naciones más: partío.

* Las expresiones, excepto las de Cuba y México, fueron tomadas en parte del sitio www.tubabel.com.
** Las palabras de Panamá fueron extraídas en su mayoría de una nota de facebook de Augusto Carlos Barrera Giráldez.



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jueves, 24 de diciembre de 2009

Dejemos que la gente decida

Este fue el título con que Paz Fernández-Cueto (ese es el apellido de su esposo, el suyo es Gutiérrez Cortina) la conservadora columnista del periódico Reforma tituló su colaboración del 11 de diciembre, en clara referencia a su inconformidad con la aprobación en el Distrito Federal, la capital de México, del matrimonio entre homosexuales y la posibilidad de que estas parejas puedan adoptar niños.

Lo anterior, que ha significado un gran avance en la lucha contra la intolerancia, es para ella un retroceso. "Desde el punto de vista del bien común el asunto no es de menor trascendencia, si consideramos que afecta la concepción misma de la familia, violando derechos fundamentales en los niños, al dificultarles la posibilidad de una identificación emocional y afectiva con su propio sexo y con el sexo contrario", se lee en un fragmento de su columna. En otro espacio plantea que insistir en el reconocimiento de esas uniones como matrimonio es tergiversar el concepto de una institución fundamental, precisamente porque en ella se funda toda la sociedad.

Todos esos son argumentos erróneos, que no se validan psicológicamente y resultan de una mentalidad acostumbrada a discriminar. Pero en lo que sí tiene razón la señora es que en caso de hacerse un referendum, la mayoría de la población mexicana votaría en contra del matrimonio gay, influenciado por diferentes razones, aunque creo que en especial por las creencias católica. De hecho el cardenal mexicano Norberto Rivera Carrera declaró hace unos días, a propósito de este mismo tema, que esa ley era “inmoral” y consideró “perversa” la posibilidad de que los homosexuales puedan adoptar niños. Además, advirtió que esa legislación “llevará a la ruina a la sociedad”.

No podemos esperar a que una mayoría apruebe lo que beneficiará a una minoría, normalmente al grande no le preocupa lo que piense el pequeño. Hay decisiones que se tienen que hacer aunque muchos otros no estén de acuerdo. Es como cuando uno asume su homosexualidad. Si yo hubiera esperado a que mis padres aceptaran mi preferencia sexual para después empezar a vivirla, seguiría encerrado en mi cuarto, con muchas dudas, miedos e inseguridad. Las mayorías no siempre son muy recomendables, no olvidemos que han llevado a la hoguera y a la horca a muchas personas.

Ya quisiera ver yo que la población afroamericana de Estados Unidos, que aunque ha crecido en cantidad sigue siendo una minoría, se hubiera detenido en la lucha por conquistar más derechos. Desde que Rosa Parks se negó a ceder su asiento a un blanco y moverse a la parte de atrás del autobús ha quedado claro que así tienen que ser las cosas. Alguien dice "hasta aquí" y todo comienza a cambiar. Lo mismo ha pasado con las mujeres y el derecho al voto, se han ido conquistando derechos en una sociedad mundial dominada por valores machistas y religiosos conservadores. Este tipo de decisiones no tienen que basarse en lo que opine una mayoría, sino en principios básicos como la igualdad y la posibilidad de que todos puedan hacer lo mismo.

Muchos se justifican diciendo que la homosexualidad es algo antinatural porque no hay reproducción. Desde esa absurda perspectiva entonces cualquier persona heterosexual estéril pudiera ser considerada antinatural y por lo tanto carecería del derecho de tener hijos. Ni modo, debe acatar la decisión de la sabia madre naturaleza. Sin embargo, sabemos que no es así. Muchas parejas heterosexuales intentan con técnicas de inseminación artificial o adopción, y nadie les dice nada. Entonces ¿por qué los homosexuales no podemos intentarlo también? Claramente este argumento carece de validez.

Además, el sexo tiene una parte de placer muy importante ¿o se trata de vivirlo como conejos, únicamente para reproducirse? Entonces para estas personas de mentalidad limitada, como Paz Fernández Cueto, Norberto Rivera Carrera, Esteban Arce y millones más, lo importante es tener hijos por doquier. Y habrá algunos como Fernández Cueto, con una mansión en el Pedregal y con cariño para dar, que no tendrán problema en criar a niños. Sin embargo, existen otros millones de bebés que llegan al mundo sin la atención y educación que los haga crecer felices. Muchos de ellos terminan tirados a la calle o abandonados en un orfanato ¿por qué negarles la oportunidad de ser adoptados por parejas llenas de cariño, como pueden ser las homosexuales?

Ignorancia televisada

El presentador mexicano de televisión Esteban Arce mostró toda su homofobia, agresividad y falta de tacto al tratar el tema de la homosexualidad en el programa de televisión Matutino Express. No sólo destacó él por su odio hacias las personas que prefieren a aquellos de su mismo sexo, sino por todos los que lo acompañaron en su estudio, excepto la especialista ¡se quedaron callados casi todo el tiempo! Apenas pronunciaron monosílabos apoyando la postura de este ignorante personaje ¿por qué detesta tanto a la comunidad gay?

martes, 8 de diciembre de 2009

Pride Restubar

El Pride Este es el nombre de un versátil bar de la Colonia Condesa que, fuera de toda discusión, ha sido uno de los más emblemáticos para ciertos sectores de la vida nocturna gay de la Ciudad de México en los últimos años. El pasado septiembre cumplió los 7 años y ojalá se mantenga por otros muchos más.

La excepcionalidad del Pride sobre otros antros es justamente ese, que no se trata propiamente de un antro. Es un bar, es un restaurante, es un billar o un futbolito, es un karaoke y ha pretendido con éxito estacionario o temporal, ser un simple centro de reunión del ambiente gay clasemediero fuera de la calle de Amberes en la Zona Rosa.

Hoy en día, donde existen ya antros como el Envy, avocados a segregar y a copiar los patrones más dolorosos de la sociedad mexicana al colocar a un antipático cadenero y a un tipo soso haciéndose el que revisa una interminable lista de “invitados”, el Pride se mantiene como ese lugar donde la única discriminación está en el precio: si lo puedes pagar, eres bienvenido. Esto no quiere decir que sea particularmente exclusivo, pero recordemos que un enorme porcentaje de la sociedad mexicana no tendría acceso a él. En el Pride he visto a grandes y chicos, fresas y no fresas, hombres y mujeres, guapos y feos, bien vestidos y mal vestidos, desfiguros y refinamientos. La vibra general del lugar es simplemente festiva y relajada, sin mayores pretensiones. Anteriormente contaba con una mayor iluminación que un típico bar o antro. Es decir, el Pride ofrecía un lugar de convivencia para la gente homosexual fuera de la clandestinidad de un típico bar o antro donde la oscuridad se hace cómplice de la sola búsqueda de encuentros sexuales.

En sus inicios el Pride abría sus puertas todos los días salvo el domingo. Con el tiempo, tomó el lunes como otro día de descanso. Al ser restaurante y tener actividades planeadas para cada día de la semana, uno podía encontrar gente todos los días. Los días más concurridos eran el martes y jueves. Sin embargo, las dinámicas de la vida nocturna gay convocaron a la clientela a otros lugares y a concentrarla ahí los martes. Hoy en día si uno va al Pride cualquier noche fuera del martes, probablemente lo encuentre vacío, salvo una parroquiana clientela de jueves asidua a cantar en el karaoke. Los viernes y sábados también es posible encontrar a alguna persona celebrando su cumpleaños con numerosos amigos.

Las bebidas tienen precios similares a los de otros bares de la Condesa. La carta no es precisamente barata, pero tampoco muy cara y la calidad de la comida es buena. Desde unos rollos primavera a una pizza, uno puede encontrar diferentes opciones. No se recomienda ir a cenar los martes pues el lugar está saturado de gente y el servicio tiende a entorpecerse, además de que uno difícilmente encontrará un espacio para hacerlo cómodamente. Sin embargo, cualquier otro día es una buena opción para ir a cenar con la pareja, algún ligue o grupo de amigos. El personal tienen un trato amable excepcional y destacable. A lo largo de los años, el bar ha sufrido diferentes transformaciones y su actual decoración y distribución de los espacios definitivamente no es la más afortunada. Por otro lado, la ley antitabaco ha volcado a toda la clientela a la calle. Esperemos que pronto Gaby, su alegre y maravillosa dueña, nos sorprenda con una nueva remodelación.

Muchos gays tenemos uno o dos lugares simbólicamente representativos de nuestros inicios en la vida fuera del clóset. En mi caso, el Pride es uno de ellos y uno muy querido y atesorado. En el Pride di mis primeros pasos, he conocido a gente extraordinaria, he pasado grandes momentos y, sobre todo, aprendí a andar en un mundo nuevo de forma amigable, cálida y, sobre todo, abierta.

¿Cómo llegar?
El Pride está en Alfonso Reyes 281, esto es prácticamente al final de la avenida, cuando se incorpora a Nuevo León o a Baja California. Metro Chilpancingo se encuentra a una unas cuantas cuadras. Cuenta con valet parking. Una buena opción para la noche de martes es ir al Pride un rato y salir a cenar tacos en el Califa o el Farolito que se encuentran a unos pocos locales de distancia, también sobre Alfonso Reyes.