jueves, 24 de diciembre de 2009

Dejemos que la gente decida

Este fue el título con que Paz Fernández-Cueto (ese es el apellido de su esposo, el suyo es Gutiérrez Cortina) la conservadora columnista del periódico Reforma tituló su colaboración del 11 de diciembre, en clara referencia a su inconformidad con la aprobación en el Distrito Federal, la capital de México, del matrimonio entre homosexuales y la posibilidad de que estas parejas puedan adoptar niños.

Lo anterior, que ha significado un gran avance en la lucha contra la intolerancia, es para ella un retroceso. "Desde el punto de vista del bien común el asunto no es de menor trascendencia, si consideramos que afecta la concepción misma de la familia, violando derechos fundamentales en los niños, al dificultarles la posibilidad de una identificación emocional y afectiva con su propio sexo y con el sexo contrario", se lee en un fragmento de su columna. En otro espacio plantea que insistir en el reconocimiento de esas uniones como matrimonio es tergiversar el concepto de una institución fundamental, precisamente porque en ella se funda toda la sociedad.

Todos esos son argumentos erróneos, que no se validan psicológicamente y resultan de una mentalidad acostumbrada a discriminar. Pero en lo que sí tiene razón la señora es que en caso de hacerse un referendum, la mayoría de la población mexicana votaría en contra del matrimonio gay, influenciado por diferentes razones, aunque creo que en especial por las creencias católica. De hecho el cardenal mexicano Norberto Rivera Carrera declaró hace unos días, a propósito de este mismo tema, que esa ley era “inmoral” y consideró “perversa” la posibilidad de que los homosexuales puedan adoptar niños. Además, advirtió que esa legislación “llevará a la ruina a la sociedad”.

No podemos esperar a que una mayoría apruebe lo que beneficiará a una minoría, normalmente al grande no le preocupa lo que piense el pequeño. Hay decisiones que se tienen que hacer aunque muchos otros no estén de acuerdo. Es como cuando uno asume su homosexualidad. Si yo hubiera esperado a que mis padres aceptaran mi preferencia sexual para después empezar a vivirla, seguiría encerrado en mi cuarto, con muchas dudas, miedos e inseguridad. Las mayorías no siempre son muy recomendables, no olvidemos que han llevado a la hoguera y a la horca a muchas personas.

Ya quisiera ver yo que la población afroamericana de Estados Unidos, que aunque ha crecido en cantidad sigue siendo una minoría, se hubiera detenido en la lucha por conquistar más derechos. Desde que Rosa Parks se negó a ceder su asiento a un blanco y moverse a la parte de atrás del autobús ha quedado claro que así tienen que ser las cosas. Alguien dice "hasta aquí" y todo comienza a cambiar. Lo mismo ha pasado con las mujeres y el derecho al voto, se han ido conquistando derechos en una sociedad mundial dominada por valores machistas y religiosos conservadores. Este tipo de decisiones no tienen que basarse en lo que opine una mayoría, sino en principios básicos como la igualdad y la posibilidad de que todos puedan hacer lo mismo.

Muchos se justifican diciendo que la homosexualidad es algo antinatural porque no hay reproducción. Desde esa absurda perspectiva entonces cualquier persona heterosexual estéril pudiera ser considerada antinatural y por lo tanto carecería del derecho de tener hijos. Ni modo, debe acatar la decisión de la sabia madre naturaleza. Sin embargo, sabemos que no es así. Muchas parejas heterosexuales intentan con técnicas de inseminación artificial o adopción, y nadie les dice nada. Entonces ¿por qué los homosexuales no podemos intentarlo también? Claramente este argumento carece de validez.

Además, el sexo tiene una parte de placer muy importante ¿o se trata de vivirlo como conejos, únicamente para reproducirse? Entonces para estas personas de mentalidad limitada, como Paz Fernández Cueto, Norberto Rivera Carrera, Esteban Arce y millones más, lo importante es tener hijos por doquier. Y habrá algunos como Fernández Cueto, con una mansión en el Pedregal y con cariño para dar, que no tendrán problema en criar a niños. Sin embargo, existen otros millones de bebés que llegan al mundo sin la atención y educación que los haga crecer felices. Muchos de ellos terminan tirados a la calle o abandonados en un orfanato ¿por qué negarles la oportunidad de ser adoptados por parejas llenas de cariño, como pueden ser las homosexuales?

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