sábado, 26 de diciembre de 2009

Reciclaje y demografía

No importa qué tan grande sea la megalópolis donde uno habita, el ambiente gay siempre será incómodamente pequeño. “Es putipequeño este putimundo,” decía un amigo. Alguna vez supe que los gays de Montevideo gustan de escapar periódicamente a Buenos Aires y, más que por tener un pequeño viaje de esparcimiento o considerar mejor la vida nocturna porteña, lo que buscan es anonimato y novedad. Es increíble que a pesar de vivir en una ciudad de apenas un millón y medio de habitantes, la sensación de “haberlos conocido a todos” es inevitable o, peor aún, que uno no pueda tener una conducta desenfrenada de vez en cuando sin incurrir en una clara ruina social.

Bueno, los chilangos, capitalinos, defeños o como quiérase llamarnos, a pesar de superar 20 veces el número de montevideanos, tenemos muchas veces esa sensación. ¿Cuántos somos? Las dificultades para obtener un número exacto de homosexuales son muchas y evidentes: ¿quién es homosexual? ¿El que se asume como tal? ¿El que aunque no se asuma tiene relaciones con los del mismo sexo? ¿El que no ha salido del clóset también es? ¿El que tiene relaciones con el sexo opuesto y esporádicamente se relaciona con el mismo sexo? ¿El que manifiesta cualquier grado de atracción por el mismo sexo independientemente de sus relaciones sexuales? Y bueno, asumiendo cualquier definición, dada la homofobia y los procesos de descubrimiento y aceptación de la propia homosexualidad, la probabilidad de que muchos de los encuestados en un censo o entrevista para medir la población homosexual mientan. El caso es que no hay más que estimaciones o datos que apenas nos dan una pequeña proporción del tamaño real.

Para el caso estadounidense, por ejemplo, existe el conteo que sigue atentamente www.gaydemographics.org, en el que sólo se registra el número de hogares conformados por personas del mismo sexo. Según datos de 2004, en EUA el 1.7% de los hogares eran conformados por parejas del mismo sexo, ya sean de mujeres o de hombres. En México sólo hay estimaciones tomadas del Almanaque Mexicano o de reportes elaborados por la Cámara de Senadores al analizar una iniciativa de matrimonio gay impulsada por los partidos dentro de lo alguna vez llamado “Frente Amplio Progresista.” Supuestamente somos entre 2.8 y 8% de la población. El rango es amplio y los problemas de definiciones son muchos. Pero es lo que hay. En países donde existen más y mejores esfuerzos para medir esta característica social, las variaciones muchas: mientras que Noruega encuentra que el 12% de su población es gay, en el Reino Unido apenas el 6%. En una encuesta realizada en Australia, sólo el 2.5% de los entrevistados se identificaron como gay, sin embargo, 20% confesó haber tenido algún contacto homosexual en sus vidas. Vaya, que la cosa está complicada y que uno no debe dejarse guiar por los porcentajes que luego los amigos afirman con mucha certeza.

Para muchos está claro que hay, por lo menos, uno en cada familia, pero luego hay esas familias en las que pareciera no haber ninguno y otras, que, como diría Jack de Will & Grace: los padres hicieron lo correcto y criaron a todos sus hijos gay. Está claro que a pesar de que el número de población LGBT de la Ciudad de México, probablemente se equipare al total de los montevideanos, lo cierto es que existen diferentes y pequeños círculos donde nos movemos los gays de la ciudad. Al final, ese probable millón y medio de gente LGBT convivimos en redes separadas de no más de 100,000 personas. El número aún es grande, pero si consideramos grupos de edad, lugares de alterne y otros factores sociológicos, pus el caso es que termina siendo pueblo chico infierno grande.

Todos hemos vivido putipequeñeces. Sin ir más lejos, Ángel y yo tenemos un galán pasado en común y otras coincidencias propias que ya contaremos en alguna entrada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario